Contigo aprendí
- Valfré Saavedra
- 21 may 2017
- 2 Min. de lectura
Contigo aprendí lo que quería decir “sagrado”. Aprendí a caminar, a subir, a bajar, a correr, a escalar y cabalgar. Aprendí a pedir y aprendí a esperar. Contigo viví en un cuento, en un encanto místico, en un milagro.

Un día te dio por hablarme del Nevado de Toluca y como no lo conocía hiciste maletas diciendo que de ésta vida nadie puede morirse sin estar en esa cima.
Entonces agarramos carretera y nos hicimos al viaje antes de que la muerte me encontrara, y la muerte estaba allí, por el camino sinuoso y entre los riscos; y por fin después de caminar llegamos al cráter del extinto volcán. Ahí a 4,680 metros sobre el nivel del mar me enseñaste a respirar porque yo me había quedado sin aire, sin aliento y porque yo no podía dejar de llorar por tanta maravilla.
Sentí tan pequeña mi esencia al estar dentro del colosal y ver el contraste de sus aguas de lagunas verdosas y azules llamadas del Sol y la Luna.
Fue allí, en el Xinantécatl que me explicaste que es considerada como una montaña sagrada porque aquí, antiguas culturas prehispánicas realizaban ritos. Y me contaste que una diosa le rompió el corazón a un sacerdote y que éste herido de amor caminó hacia el llano y en ese lugar se abrió el pecho y dejó que su corazón se quemara. Entonces el cuerpo de ese “hombre desnudo” (porque en náhuatl Xinantécatl significa hombre desnudo) se pegó a la tierra y comenzó a crecer y a quemar todo alrededor, y la diosa tuvo que subir al formado volcán para tapar el corazón del sacerdote y así detener el desastre.
Y aquí estabamos tú y yo dentro del corazón, viviendo el relato, la leyenda, sintiendo la muerte y reviviendo después.
Después me llevaste a conocer las capillas de los ocho barrios de Malinalco. Y ahí iba yo contigo, siguiéndote los pasos, siguiéndote la sombra por las calles empedradas del pasado y de memoria colonial. Por que tú me llevaste por estas ruinas prehispánicas y por los edificios coloniales, por construcciones de siglos pasados y de este siglo también. Por que tú me dijiste que yo tenía que conocer el espíritu de este país, por eso en Malinalco, excavada en la roca, dijiste que vivían los dioses y moraba el sol; y que al sol le entregaban a los hombres en sacrificio y los hombres se volvían estrellas que alimentaban el calor del sol.
Me contaste, además, que fue aquí mismo que se firmaron documentos importantes para los independentistas encabezados por José María Morelos y Pavón, y que también fue así en la época de la Revolución Mexicana.
Fue aquí que embriagados mis sentidos por el viaje y por la historia y por tu olor, se mojó mi cuerpo en sudor; y me dijiste cantadito al oído “júrame que aunque pase mucho tiempo no olvidarás el momento en que yo te conocí”.
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