Te vuelvo a ver
- Valfré Saavedra
- 29 may 2017
- 2 Min. de lectura
Frente a mí vi pasar el amor.
Y el amor vestía de azul y lucía informal y relajado, sin esfuerzo alguno en la vestimenta y de apariencia despreocupada. Pero yo a este amor lo había conocido muchos años antes, solo una noche y por un par de minutos, quizás no más de una hora.
Te vi entre una multitud de jóvenes que bailaban al ritmo de la música de moda de aquel tiempo, no puedo recordar cuál era, porque cuando te vi la música desapareció y jamás la volví a escuchar hasta hoy, cuando te volví a ver. Otra vez viajé en el tiempo e hice una comparación entre tú del pasado y tú del presente y había algunas diferencias, pequeñas y sin importancia en realidad. Eras tú, la misma persona que había visto hace años entre la gente y las luces de un bar.
¿Era este mi día de la suerte o una simple coincidencia? ¡Debía ser algo más! Una sola vez te vi y después de varios años te encontré caminando frente a mí a unos centímetros de mí. Una vez te vi y bastó para guardar tu recuerdo en mi memoria y reconocerte a la luz del día. Y la música comenzó a sonar nuevamente.
Fue una coincidencia y de mí dependía que la suerte sucediera, así que busqué la suerte al saludarte.
Cuando te detuve con mi saludo y volteaste a verme supe que estaba en un dilema. Era un dos de enero el día que te vi, el día que te detuve en la calle, era un dos de enero cuando volví a verte y por primera vez hablé contigo.
Así fue como empezó mi penar. Día tras día de mi vida te esperé en la misma calle, vigilando el reloj, esperando la hora de tu llegada, esperando que pasaras y te detuvieras para verme, para hablarme, para rozarme con tus dedos, para verte a los ojos y verte los labios. Una y otra vez me dejaste deseándote, me dejaste esperando por tu voz, me hiciste esperar por tu llegada, una y otra vez me dejaste con ganas. Una y otra vez me dejaste esperando por ti, asomándome por las esquinas esperando por verte llegar, estuve vigilando las calles y acechando los minutos de una hora, de dos horas, de tres horas... Una y otra vez de dejaste esperándote.
Por años me quedé con tu recuerdo pero sin prisa alguna por conocerte, por años me había olvidado de ti, por años había ocupado mi tiempo en tantas cosas y ahora, en un instante me había enganchado a ti sin motivo ni razón suficiente para desesperarme simplemente porque no aparecías. Pero me habías dejado un beso en la boca, un beso eterno que me hizo desear más, ese beso me hizo querer más de ti, tus labios y tu lengua habían hecho lo suyo en mi mente y tus manos habían hecho espacio entre la ropa y la piel y yo quería que me quitaras la ropa, la necesidad y el deseo porque desde hace muchos años me había quedado con las ganas de ti.

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