Me enamoré de ti
- Valfré Saavedra
- 30 jun 2017
- 3 Min. de lectura
Un día, sin darme cuenta, te amé.
Porque así sucede con el amor, con los asuntos del amor y con los toques de las luces, de los paseos, de puestas de sol, con colores en el cielo, con luces de faroles, con calles de adoquines, con enredaderas cayendo por las bardas de viejas casas, con sombras de perfectos extraños paseando por el mismo camino que nosotros. Fue por estos aromas tuyos de loción que usas para impresionarme, con los aromas tuyos de sudor y de aliento. Es por tu voz, por tu tono, por tu acento, por tu boca y todo lo que dices.
Por las calles que montamos como jinetes sin saber a dónde nos llevarían los caminos empedrados y adoquinados de viejas, viejísimas calles de esta ciudad, de esta ciudad donde te conocí, bajo un viejo faro que más que luz le daba sombras a tu rostro, esa luz que me entregaba tu perfil sombreado y un agudo ojo que me había desnudado en plena calle y tu mano veloz y experta que se había apoderado de mí y que nunca vi cuándo fue que entró en mí, muy adentro y muy a fondo; esa mano tiró de mi interior un hilo que salió de entre mis piernas y del cual tirabas como una cuerda, como un lazo, un lazo que me había atado a ti.
Sin poesía y con miles de palabras dichas me tenías sobre una cortina de negocio, con la espalda contra ella y tu pecho sobre mí, con tu perfil de humano y medio bestia comiéndome con la boca y sin dejar de observarme mientras tu mano-garra clavaba el filo y hacia una herida deseada que comenzaba a palpitar y perder sangre por ti y para ti. Con ese ojo de cíclope, de bruja antigua de Grecia, de mitología, me leías en todos mis tiempos, en mi presente, mi pasado y mi por venir. Y tu garra aferrándose a mi carne trémula y mi alma vieja y vuelta joven otra vez, y sin poesía y sin palabras me decías cosas que yo entendía, y pudo haber sido en francés o en italiano o en español lo que habrás dicho o callado pero yo ya lo entendía; esa noche me había convertido en poliglota y hasta podía hablar con señas y por primera vez alguien me había callado a besos, y por primera vez no dije nada, yo que siempre "hablé hasta por los codos", yo que siempre tuve un "pero" qué decir, ni un "pío" dije.
Contra la cortina, contigo encima, con tu mano atándome y tirando aquel hilo invisible del dominio, con tu perfil humano y salvaje, con tu magia y adivinanza, bajo la sombra del farol, en la calle de Juan Ruíz de Alarcón, me vino "la verdad sospechosa" de este amor, de mi amor por ti. Esa noche comencé a sospechar de ésta verdad, de este amor surgido de la nada, ¿me había enamorado de ti o de quién o de qué? y ahí comenzó esta comedia.
"Fueron tus manos o tu boca
Fueron tus ojos o tu voz
O a lo mejor la impaciencia
De tanto esperar tu llegada"...
Sonaba esa canción en mi cabeza mientras me iba seduciendo tu lengua, mientras más me echabas encima el peso de tu cuerpo, mientras la otra mano tuya entraba "al quite", mientras la cortina resistía y se quejaba de nosotros, justo ahí comencé a sospechar de la verdad; y la verdad era que ya me había enamorado de ti y aunque me hubiera resistido ya habían hecho efecto las horas gastadas con un poco de vino y un tanto de cigarrillos y otro tanto de soledad y una pizca de necesidad que combinadas nos hicieron tomarnos de la mano y quitarnos los apellidos, y en ese justo instante de beso eterno, de beso callejero, vi tu rostro entero y distinto; ya era distinto porque yo comencé a verte con otros ojos y al mismo tiempo pude ver realizado mi sueño.
Fue así, así fue como me enamoré de ti. Así, sin darme cuenta me había enamorado de ti; debajo de un viejo farol fanfarrón.

Comments