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La uva de tu boca

  • Valfré Saavedra
  • 6 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

El día que probé tus labios fue el día de mí condena.

Me había condenado a mí mismo tan pronto dije que sí a tu boca que me buscó con la idea de meter su lengua en mi garganta, esa noche de tu primer beso, mi garganta se volvió tuya y comenzó a crecer. Tu lengua le hizo a la mía lo que la mía quería hacerle a tu espalda, a tus piernas y tus pies.

Tu lengua había encantado a la mía como un encantador de serpientes, así, siendo mi lengua venenosa, afilada y certera, se había quedado quieta, dócil y pendeja.

Tus notas de 'cabernet sauvignon' y tabaco habían encantado mi pensamiento y todo lo inteligente que pude haber llegado a pensar antes de ser besado por ti se convirtió en tonterías. Me quedé expuesto a tu criterio y yo vulnerable y aturdido simplemente no podía dejar de escuchar en mi cabeza canciones de mi infancia que hasta ese día de tu beso tuvieron sentido. Yo sonreía de nervios de saber en el tonto que me había convertido, me reía por cualquier cosa y por nada, porque cuando tú no decías nada, las canciones que sonaban en mi cabeza me hacían sonreír y si tú hubieras podido ver lo que sucedía en mi mente, esa noche hubieras corrido a buscar a alguien menos fantasioso; y a pesar de sonreír solo y balbucear cual niño, decidiste quedarte para más besarme.

Me había identificado contigo y no solamente por haber nacido en el mismo siglo. Había congeniado contigo por tu historia familiar, por el número de hermanos, por el sentimiento de ser tío, por los fracasos del amor, por la búsqueda de la felicidad, por los gustos por el cine, el vino, la cerveza, la comida, el interés por saber más de todo y más de ti y de mí y por la facilidad de conversar y el deseo de saber más de todo, pero sobre todo por saber si ambos estábamos abiertos a la posibilidad de amar.

Y todo se fue al cielo o al infierno. Tu acento me hacía lo que la serpiente a Eva. Yo ardía de deseos por morder la manzana de tu garganta. Yo quería probar todo de ti porque cada vez me embriagaban más tus ojos, tus labios, tu voz, tu tono, tu aroma de cuello, tu aliento de uva, el vino, el cigarro, la noche, la luz, la serpiente, tu manzana y aquella canción que solo escuchaba yo.


 
 
 

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