Nada volvió a ser igual, especialmente yo
- Valfré Saavedra
- 17 jul 2017
- 2 Min. de lectura
A mí me gustaron tus ojos, pero amé tus manos. Me fijé en tu nariz, en tus dientes grandes y en tus labios delgados. Me fije intensamente en tu rostro, en las arrugas de tus ojos al sonreír, en la forma de tus cejas, en el café de tus pestañas y lo rubio de tu cabello. Me fijé en tus patillas alborotadas y en los ochenta años que parecían tener tus orejas con tanto bello viejo y grueso que pertenecían a un abuelo y no a un jovenzuelo.
No iba a decir nada sobre ello, tampoco no iba a decir nada sobre tu saco de pana azul y parches cafés en los codos, y tampoco iba a decir nada sobre tus zapatos de tela y agujeta de hilo y definitivamente no iba a decir nada sobre lo mucho que me habías gustado cuando te vi descansando sobre aquel muro de la catedral de Cuernavaca.
No dije nada sobre el color dorado de tus cabellos incendiados por el brillo del sol ni de la flor que pusiste en tu oreja ni de las flores que me echaste con tus palabras torpes, pero entre el sol, las flores y lo torpe de tu español yo me había enamorado un poco de ti.
Me acuerdo de tus manos grandes y de tus dedos largos y hasta me acuerdo que en una uña tenías una línea blanca como una nubecita que nunca se te quitó y que yo recordé que esas manchitas salían por cada mentira que contábamos - o al menos eso me dijeron - una historia en la que dejé de creer casi al mismo tiempo que en los Reyes Magos.
Y te recuerdo riendo, cargando en una mano una copa de vino y en la otra un cigarrillo, me acuerdo del sonido de tu risa y de todas tus arrugas y un ligero temblor tuyo que solamente surgía cuando reías y al mismo tiempo querías contar una historia. Me acuerdo de un lunar de cabellos más rubios y me dijiste que eso había sucedido un día cuando de pequeño sufriste un fuerte miedo y por eso aquel lunar apareció. Y te creí. Todo cuanto dijiste no podía ser una mentira porque de haberlo sido tus uñas hubieran sido blancas. Nada de lo que dijiste pudo ser mentira. Hablaste de tu vida, de tus sueños, de tus viajes, de tu pasado, de una terrible enfermedad, de un trágico accidente, de tu hermana y de tu hermano, de tu sobrina, de tus padres separados y juntados cada quien por su parte haciendo sus vidas. Me hablaste de tu abuela, de la muerte olorosa de tu abuelo y hasta de una perra torpe. Me hablaste de España, de Italia, de Francia, de Portugal, de Gran Bretaña, de Argentina y tu llegada a México, aquí.
Me gustaron tus historias y me gustaron tus expresiones y nunca más volví a fijarme en ti de la misma manera como lo había hecho un par de horas atrás. Me habías hecho feliz esa tarde, esa noche. Me habías hecho soñar contigo. Después vino el beso bajo un farol que lo cambió todo y todo no volvió a ser igual, especialmente yo.

Comments