Mis monarcas para ti
- Valfré Saavedra
- 8 sept 2017
- 2 Min. de lectura
Era un nueve de febrero cuando conocí tu rostro, tu nombre y tu apellido. No eras de aquí, de ésta tierra nueva, de ésta tierra antes azteca y después colonia española y por poco francesa. Eras de otro reino, del viejo continente, de otra historia y de otra cultura; eras distinto a mí o al menos eso creí hasta que comencé a conocerte.
Me abrí contigo, abrí mi corazón, abrí el libro de mí vida, abrí la nariz para olerte y abrí mis piernas y mis brazos para meterte y no soltarte. Abrí una puerta a la "posibilidad" una a "lo que suceda" y otra al "a ver qué pasa" y toda posibilidad sucedió como tenía que pasar.
Contigo volví del mundo de las desilusiones, del mundo de las decepciones, de los corazones rotos y las mentes afectadas; en otras palabras, volví del mundo de los muertos en vida. Contigo fue que volvieron a surgir de las crisálidas las mariposas monarcas que habían estado dormidas en mi ser desde hacía tiempo y todas ellas comenzaron a volar en mi estómago queriendo escapar de mi cuerpo para adornarte de la cabeza a los pies como si tú fueras bosque de pino, de cedro y oyamel.
De pronto te volviste santuario verde y de madera, de piedra, de tierra y de agua, fuerte y delicado, firme y suave. Y te volviste valioso como el calor, importante como el agua, necesario como el alimento, indispensable como el sueño y tan especial como solamente lo único puede llegar a ser.
Y así de pronto comenzó el amor y así de pronto surgió el temor, porque el amor y el temor siempre van juntos, como la risa y el llanto, como el saludo y la despedida, como hasta nunca y para siempre y como la vida y la muerte; como tú y yo.

Fue por eso que quise escribir nuestros nombres sobre la corteza de un árbol pero fue en la penca de un maguey que grabé tu nombre juntito al mío, entrelazados. Y fue por eso que comenzamos a beber pulque; por amor. Porque el pulque era amor y porque tú y yo habíamos probado éste amor sagrado en ésta bebida de dioses. Y nos embriagamos además con mezcales, con tequilas y con saliva. Fue por eso que un día nos fuimos buscando agaves, probando alcoholes y haciendo el amor entre pencas y tierras aradas y sembradas y entre pueblo y pueblo.
Y todo el tiempo y en todas partes volaron mis monarcas y nos acabamos un montón de botellas.
Comments