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Me despertó la lluvia y me habló de ti

  • Valfré Saavedra
  • 14 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

Me despertó la lluvia, me despertó la ilusión y me despertó el recuerdo de las noches de verano en Allende.

¡Qué días aquellos en San Miguel! Qué días, tardes y noches aquellas en las que nos despojamos de todo lo que nos estorbaba: la ropa, la cama y hasta los apellidos. Y hasta al pobre San Miguel le quitamos lo santo y nunca más San Miguel volvió a ser el mismo lugar; ni él ni nosotros. O habíamos hecho historia o la habíamos cambiado o algo le hicimos al pasado porque nada de lo que antes sucedió importaba ahora, todo era nuevo y virgen, excepto yo por todo lo que me habías hecho: arriba y abajo, de ladito, bocabajo y de pie, durante todo el día y durante toda la noche... todo era nuevo, todo era hermoso, tú más que cualquier otra cosa.

Todos los días me enamoré un poquito más de ti, me enamoré con los simples detalles de tu vida, con las acciones más comunes que cualquier humano puede tener. Por eso me enamoré de tu cara de sueño, de tus bostezos de sueño, de cansancio, de hambre y de aburrimiento. Me enamoré de tus ojos al despertar, de tu mirada de amor y de asombro y de tus ojos llorosos conmovidos por el amor, la tristeza y la pobreza. Me enamoré de tu sonrisa, de tu risa y de las carcajadas que te hacían temblar todo el cuerpo.

Me enamoré de tu pecho y de tus brazos cuando me abrazaban, de tus manos cuando me tomaban. Me enamoré de tu palma y las líneas que en ella se dibujaban. Por tus manos y tus palmas fue que me esforcé en leerte, para guiarme por tus líneas de vida, de cabeza, de corazón y de la suerte; y en todas ellas quise dibujarme, quise estar en tu vida, permanecer en tu cabeza, quedarme en tu corazón y traerte suerte.

Amé caminar contigo por las calles, siguiendo tus piernas largas e incansables, viendo tu silueta a contra luz, viendo tu cuerpo con sombras y viendo tu cuerpo a toda luz. Amé detenerme para que buscaras al sol y así pudieras estornudar. Amé detenerme contigo en puestos ambulantes para mirar el trabajo de los artesanos. Amé fotografiarme por todas las puertas de las casa de San Miguel de Allende pintadas de distintos colores con texturas diferentes, roídas con los años, por el agua y el calor.

Amé agarrarte de la mano y continuar con la búsqueda interminable del recuerdo perfecto para adornar nuestra vida. Amé cada vez que regresamos al cuarto de nuestro hotel para desnudarnos, para hacernos el amor y dormir una siesta. Me enamoré de ti cada vez que desperté a tu lado y cada vez que dormí contigo. Me enamoré un día en particular cuando la lluvia me despertó y tu mirabas a través de la ventana. Me despertó la lluvia, el ruido y el aroma, ese aroma de suelo fresco y mojado y el aroma de tu cuerpo usado.


 
 
 

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