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Te hablé de yerbas, de tés y de amor

  • Valfré Saavedra
  • 15 sept 2017
  • 3 Min. de lectura

Amé tu interés, amé tus esfuerzos por entender, por comprender mis hábitos, mis gustos, mi pensamiento y mis sentimientos, pero lo que más amé fueron tus deseos por probar nuevos sabores y conocer nuevos olores; fue así como comenzamos a descubrir juntos la comida de mi país, la comida casera, la de los mercados, la comida callejera y la comida en restaurantes, y aunque tenías muchas dudas por degustar algunos platillos siempre te echaste por lo menos un bocado, y aunque siempre tuviste dudas por comer en puestos sobre ruedas en las calles, siempre terminaste comiendo lo que yo te di a probar; ya después solito pedías tus tacos y tus esquites.

Preguntaste cuál era la hierba que flotaba en tus esquites y entonces te hablé del epazote. Te dije que es una yerba olorosa usada con frecuencia en mucha de la comida mexicana para darle un sabor especial, pero también te dije que es usada para tratar dolores estomacales, los cólicos y los parásitos intestinales, de modo que mientras comías tus granitos de elote también te curabas de los bichos en la panza. Y te dije que no te preocuparas por comer en la calle porque el epazote curaba la diarrea, el vómito y la inapetencia y que del epazote se dice que ayuda a combatir la esterilidad; y por si sí o por si no, pedimos de esa yerba un poquito más.

Te dije también que la yerbasanta, la yerbabuena, la menta, la mejorana, el perejil, el cilantro, el hinojo, el orégano, el enebro y las yerbas de olor como el epazote sirven para guisar.

Te llevé al mercado más cercano, el que yo había conocido de pequeño, en el que mi abuela tuvo alguna vez una fonda la cual con las años la traspasó y años más tarde en una bodega se convirtió.

Ahí en el mercado te hablé del agua de flor de jamaica que ayuda a bien orinar, y el tamarindo que sirve para laxar. Que las flores de campanilla puestas debajo de la almohada evitan el insomnio, que las hojas de lechuga ayudan al sueño conciliar, que las hojas de mastuerzo relajan y las florecitas de la manzanilla en un té caliente ayudan a descansar.

Te hablé de las yerbas que ayudan al corazón como la de San Juan que sirve para cuando entra el dolor y no se quiere escapar, que el centeno libera al corazón cuando lo que se combate es la frialdad, que la artemisa ayuda a detener las palpitaciones cuando uno se emociona de más. El clavo para cuando se quiere anestesiar el dolor y la tila para las penas. Para aminorar las emociones fuertes el té de canela es el ideal, la valeriana para los nervios y la flor de árnica combate el mal humor y el ánimo cuando se está cabizbajo.

Y yo no sé qué te vio un marchante que te recomendó el jengibre y la mandrágora para quitarte la frialdad del ser, que unas cuantas hojas de nuez moscada sirven como afrodisíaco para la disfunción sexual y que si había mucho que esperar a "la hora de la hora" con una copa de vino se activa el amigo. Y no sé que me vio el mismo marchante que me dijo que la ninfomanía se cura con tecito de hojas de un sauce llorón y que bañándose con agua de col y de romero se hace chiquito el agujero.

Y por alguna razón y por algún motivo se te grabó que el agua de toloache causa el sueño eterno, que no permite distinguir entre la realidad y la fantasía porque descompone al cerebro.

Y por algún motivo preferías tomar agua caliente con rodaja de limón y té de manzanilla sin azúcar y según tú a mí me quedaba mejor el té porque te lo servía con amor.


 
 
 

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