Eras
- Valfré Saavedra
- 23 sept 2018
- 2 Min. de lectura
Era indispensable, tanto como el dedo pulgar de la mano. Así de útil. Indispensable como las dos piernas y tan imprescindible como las muletas a un amputado. Era tan importante como la memoria, como poder recordar algo, como el nombre propio; así de esencial.
Como el ajo y la cebolla, como la sal y el fuego bajo; así de indispensable. Indispensable como el sol para el girasol que siempre lo está buscando. Como el mar a los peces o como el aire para mí. Era para mí valioso y sentimental. Era de mí. Era hecho para mí. Era como el sueño ideal, como la canción más hermosa, como la poesía más inspiradora o como la mantequilla en un pan.
Eras perfecto ante mis ojos y el problema con la vista es que puede ser engañada. Qué iba yo a cambiarte si tenías la sonrisa más linda, los labios más apetecibles y la conversación más interesante que en mi vida nunca antes había escuchado. El día que te conocí sin un pedazo de tela que te cubriera, ese día me enteré de lo que sentía y lo que sentía era un deseo enorme, enfermo, insaciable e incurable por tenerte, por comerte, por meterme en todos tus rincones, por olerte entre los dedos y entre las piernas, entre las nalgas y entre tus axilas. Quería acabarme el olfato el primer día que te vi en cueros, quería acabarme la saliva de tanto probarte pero nunca sucedió porque tú me hacías salivar como nunca antes, tu me hacías lubricar inconsciente y sin tocarme, tú me hacías desear acabarme las manos con puras caricias que quería dejarte en el rostro, en el cuello, en el pecho, en la espalda, en las nalgas, en las piernas y los pies. Tú hiciste que acabara con mis ojos, te miré tantas veces que me aprendí tus imperfecciones y el número de arrugas en tu rostro, tus arrugas de risa y de sonrisa y también tus arrugas de enojo porque esas son distintas.Me acabé los oídos de tanto escucharte no oír nada más que tu voz.
Eras imprescindible, tanto como el sol a la vida, como el orden a las hormigas y el trabajo a las abejas. Eras necesario, como la droga al adicto, como la mentira al mitómano, como el dinero al pobre o los santos óleos al desahuciado.

Era necesario abrir los ojos, levantarse del letargo inducido por tus besos, por tu voz y el chasquidos de tus dedos. Era necesario sacar de la garganta y de entre las piernas ese hilo invisible que ataba mi voluntad y que controlabas con tus encantos de cuentos de hadas. Era justo y necesario cortar contigo aunque tus raíces de hierba mala hubiesen penetrado muy duro el alma y muy duro en la cama.
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