Un "hola" en Schulz
- Valfré Saavedra
- 26 oct 2018
- 2 Min. de lectura
Te vi. Te vi y no supe qué hacer. Yo quería ocultarme, no quería que me vieras tan despeinado, tan cansado, tan imperfecto.
Quería esconderme pero se opuso mi deseo de quedarme quieto para verte o me quedé quieto porque no pude hacer más; me gusta pensar que me quedé quieto esperando que me vieras, que voltearas a verme, que después de mirarme fijamente como lo hiciste reconocieras mi rostro, como de una vida pasada que se volvió a ver en ésta.
Debí salir de casa más arreglado y antes de salir del trabajo revisar mi apariencia. Debí tener presente la posibilidad de coincidir. Debí recordar que el mundo es pequeño y los encuentros inesperados suceden.
No pude moverme y no pude dejar de verte. Cruzaste la calle mirándome mientras yo esperaba detenido por los nervios tu llegada al lado en donde yo estaba derretido por tus ojos y tu rostro. Pero pude, pude decirte "hola". Tu mira fija en mí me animó a saludarte y aunque mi voz fue pequeña, casi un susurro, te llegó a los oídos y te hicieron devolverme el saludo.

A veces un "hola" es maravilloso y a veces un "hola" devuelto se puede convertir en todo.
Y comencé a soñar despierto, a imaginar... Y entonces te seguí, sin pena, atrevido y decidido. Caminé detrás tuyo, disimuladamente, cauteloso pero dispuesto a detenerte y decirte "hola" nuevamente y darte mi nombre y mi apellido si quisieras, a darte mi historia si la pidieras y a darte hasta mi número de cuenta. Yo sonreí, te abracé, te tomé de la mano y de la palabra y caminé contigo y nunca más volví a mirar atrás. Todo lo que sucedió después se quedó en mi cabeza gracias a mi hermosa imaginación.
Entonces el semáforo comenzó a titilar y tuve que caminar antes de que se tornara rojo. Me llevé tu "hola" pero tú te llevaste un suspiro mío, una sonrisa con dedicatoria y me dejaste soñando.
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