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Sólo un sueño

  • Valfré Saavedra
  • 27 oct 2018
  • 2 Min. de lectura

Estabas ahí. A la izquierda de mi hemisferio, del lado que me afectabas, del lado del que no podía hacer ni una sola oración con sentido. Estabas del lado con el cual no podía decir ni una sola cosa que me hiciera sonar inteligente -como estás líneas- porque se me había trabado la congruencia; se me había desconectado el pensamiento del habla. Todas mis habilidades para expresar mis emociones se habían convertido en una serie de eventos desafortunados. Comencé a decir una cosa por otra y todo era sin principio y sin fin, sin pies ni cabeza; porque yo ya había perdido los pies. Mis pies ya no tocaban el piso y mi cabeza se había ido muy lejos, hasta el cielo.

¿Cómo regresas a un ilusionado al mundo real? ¿Cómo le enseñas la diferencia de estar despierto o dormido?

Ya habías entorpeciendo mis habilidades, lo que una vez fueron mis dones eran simplemente una tontería. "Así pasa cuando sucede". Me había convertido en un hombre incongruente, infantil y en adolescente, una mezcla rara entre ser y hacer. No había intentado ser más inteligente hasta que tú comenzaste a hablar y decir cosas que para mí eran incomprensibles, porque en mi cabeza solamente sonaba una canción que decía: "Te amo, eternamente te amo. Si me faltaras no voy a morirme. Si he de morir quiero que sea contigo.... Tu mano... Eternamente... Tu mano"... Por eso nunca te entendí, pero sí. Así estaba vuelta loca mi cabeza; y yo también.

Yo estaba en un sueño, un sueño sin razón; con sueños de un futuro existente en los mismos sueños de un dormido que no ha podido despertar a la realidad. El sueño hermoso, lindo, que dura para siempre aún después de estar consciente.


 
 
 

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