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Te dije de unas flores

  • Valfré Saavedra
  • 30 sept 2019
  • 2 Min. de lectura

Y te dije que era necesario poner una cruz de flores de pericón en nuestra puerta para que no entrara el diablo en nuestro hogar porque sólo así se ahuyenta al demonio que altera las puertas de las casas y los cuartos haciéndolas rechinas por si solas, el mismo diablo que tira el frasquito de la sal sobre la mesa para así poder sentarse y herir el humor y lastimar el estómago.

Por eso te dije que pusiéramos la cruz, porque yo ya tenía miedo de él y de ti, pero más de ti que de él, porque él bien pudo ser un cuento pero tú eras un idilio, pero idilio mío, tan mío que dolías más que cualquier otro miedo o cualquier otra dolencia, tan mío eras porque aún sin saber yo ya te había donado mis órganos, mis ojos, mi corazón y mis intestinos y todas las otras cosas que me hacían humano también ya te las había dado, mis sentimientos, mi lengua y mi ano, ya todo era tuyo y del diablo, pero más tuyo que de él y nada dolía más que ser tuyo. Por eso te dije que pusiéramos una cruz de pericón sobre la puerta nuestra, porque ya una vez él ya me había visto por la calle y acompañado a la casa, porque una vez también a ti te llevó por las calles y arrastró hasta la cama de otro que no era yo, por eso y porque sentía que si otra vez el diablo venía ésta vez con sigo me llevaría.

Tonto de mí que creí que evitaría las dudas, la desconfianza y la mentira si ponía flores por todas las esquinas de la casa y hasta un San Juditas Tadeo puse entre tus libros y debajo de del colchón para que nunca el daño nos entrara hasta la cama; pero ni el "santito" ni yo pudimos guardarte de la tentación de ser hombre o de la estupidez de ser tú.

Algo que no era yo tomó tu cuerpo y alguien que no era yo estuvo dentro de ti y tú junto con él dejaron para mí el recuerdo imborrable del engaño y la burla y con ellos todas las dudas e inseguridades mías sobre ti. El diablo había entrado en mi casa, en mi cama en ti y tú en mí, juntos, tú y él, los dos y los tres y ya eramos cuatro en mi cama durmiendo y cuatro en mi mesa comiendo y al final fuimos cinco porque yo ya me había partido en dos por tu culpa.

Una mitad mía te amaba y la otra te odiaba; demonios del mismo amor son las contradicciones.

Te dije de poner flores sobre la puerta, te dije buenos días todos los días, te dije te amo todo el tiempo que estuve enamorado y también cuando estuve triste, ofendido, engañado; también te lo dije estando alegre, feliz y sonriente. Te dije de poner flores porque no quería más demonios entre nosotros. Te dije de unas flores.


 
 
 

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