Una noticia desagradable
- Valfré Saavedra
- 27 dic 2019
- 2 Min. de lectura
Salí de un bar en Juan Ruiz de Alarcón, en esa calle en donde estuve contigo
de noche y de día, de buenas y de malas, enamorado y molesto, ebrio y con resaca, "entre cuadros y revistas, camisetas, discos y jeans", entre colguijes, artesanías, plantas, pintores, coleccionistas y comerciantes; en la misma calle en donde me quitaste un beso, no un beso cualquiera, sino un beso de vino que vino de la nada acompañado de tu mano que me tomó por la espalda, que vino con el peso de tu cadera y el gusto de tu entrepierna abultada.
Contra tu espada y la pared me tuviste con la carne arrinconada y pensando si la mía te haría saber mi atracción por ti. Tu beso de lengua sometía a la mía y a los recuerdos del pasado. Tú ganabas territorio en mi cuerpo mientras que yo recordaba detalles del tuyo; tales como tus ojos y sus colores, tales como tus arrugas de alegría, de tu sonrisa y tu risa, así como tu frente, tu pelo y hasta tu remolino de nacimiento en la cabeza y hasta las líneas de las palmas de tus manos las cuales ya había leído.
Poco me faltó para irme contigo porque estaba convencido de quererte en ese momento y para después. Estaba convencido de soltar mis miedos junto con mis calzones porque tú ya me habías estimulado y excitado la vida.

En esa calle recordé el día que te conocí, las horas que pasé hablando contigo, escuchando tu acento, tu voz, tus sueños, tus historias y tu soledad. La misma calle en la que conocí tu saliva y tus huellas dactilares. La misma calle en la que me enteré que te habías casado mientras me tragaba mis sentimientos con unos mezcales, porque dicen por ahí que “para todo mal mezcal y para todo bien también”.
Tú eres el rumor de mi vida, el fantasma de mi vida, la sombra de mi vida, el recuerdo que los demás siempre sabrán y que en algún momento, tarde o temprano, habrán de mencionar. Eres la "piedrita" incómoda que va dentro del zapato o como el ruido molesto de las balatas que rechinan, la pulga que pica al perro o la cicatriz de una herida.
Esa misma noche quise dejar de pensar en ti. De pronto habías vuelto a mí vida sin yo desearlo, sin ser prevenido, así, de golpe, como una noticia desagradable y eso eras.
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