4. Contigo perdí todo
- Valfré Saavedra
- 20 oct 2020
- 2 Min. de lectura
Y así empezó mi penar. Todos los días me quedé esperando por ti en la misma calle, me quedé ahí por horas esperando que pasaras en tu countour. Cada día me fui a parar a la misma calle, y hasta me hice amigo del "viene-viene" quien día a día me saludaba diciéndome "qué hubo güero".
Pasé horas en la calle buscando reconocerte entre los autos que pasaban y también pasé horas atento a tu llamada por si me hablabas o atento al correo por si me escribías y me la pasé muy atento por si te acordabas de mí.
Me habías olvidado, me habías dejado para siempre y sin aviso. Me habías dejado prendido y enamorado. Me habías abandonado cuando yo más enamorado estaba de ti, de tus labios y tu lengua, de tus manos y tus pies.
Y yo que te había hecho un altar con hojas de papel en las que había escrito tu nombre, con velas y flores, con recuerdos y sonrisas, con bellos deseos y con grandes sentimientos. Le recé también a todos los santos que en mi desesperación conocí, le pedí a las estrellas también y también le pedí a la casualidad que me pusiera en contacto contigo.

Me puse en manos de Dios y me puse en las manos un rosario para rezar por ti y por mí, pero más por mí porque yo ya había perdido la paz y la tranquilidad, porque había perdido la paciencia y la cordura. Me puse en las manos de un santero porque creí que la mala suerte se había apoderado de mí, porque la tristeza se había adueñado de mí.
Pero ni Dios ni los santeros pudieron ayudar.
En cuestión de días había perdido la calma, la cabeza y el hambre. Contigo perdí todo, la voluntad, la alegría, la pubertad, el alma y "el tesorito". Todo lo que una vez dolió por gusto y placer comenzó a doler por vacío, por abandono, por angustia. Y no hubo nada que ayudara a curar la herida que habías dejado en mí. Me habías jodido la vida y todo fue culpa mía.
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