5. Imaginé

Como si nunca hubieras existido intenté vivir mi vida después de ti. Nadie sabía de ti, ni yo mismo. No era difícil aparentar ser el mismo de siempre, así, como si nada hubiera pasado, como si todo siguiera exactamente igual que siempre.

Pero no, nada era igual, nada volvió a ser lo mismo, especialmente yo. Un día conocí el amor más fuerte que nunca antes había sentido y al otro día conocí el dolor más profundo que jamás había sentido; y todo gracias a ti. Porque fue en tus manos que despertaron mis instintos y mis pasiones en la primera noche, esa primera noche de mis descubrimientos que nacieron entre tus brazos, entre tus piernas gruesas y tu boca. Esa primera noche de nervios y alegría que sentí por conocerte y después la última noche que te vi. Sin saber que sería mi última noche contigo, me despedí como si tuviera más días para verte y me subí tranquilo a un taxi que me llevó lejos de tu vida para siempre sin que yo lo supiera.

Fue así como ya no te pude encontrar por mucho que te busqué y mira que te busqué, ¡vaya que te busqué!. Te busqué por las calles, por las plazas, por los bares, por restaurantes, por las canchas de fútbol y por tus rumbos; y cuando ya no te pude encontrar comencé a imaginarte. Te imaginé caminando, trotando y corriendo. Te imaginé conduciendo tu auto. Te imaginé buscándome. Te imaginé tanto porque no podía creer que tu desaparición fuera real, que tu abandono fuera real, que tu indiferencia fuera real.

Imaginé el peso de tu cuerpo sobre el mío, lo tibio de tus labios, lo frío de tus nalgas y de tus pies, lo duro, lo rasposo, lo perfumado de tu cuerpo.