Contigo
- Valfré Saavedra
- 11 mar 2021
- 2 Min. de lectura
Contigo tope fondo, todos los fondos posibles.
Contigo tope con fondo, desde un tarro de cerveza, un caballito de tequila, una copa de mezcal y hasta con el fondo de un abismo ideológico, de pasión, de amor y hasta con el mismo fondo del averno.
Contigo llegué a todos los topes posibles: los de mi resistencia, los de mi paciencia, los de mi entendimiento y hasta llegué al tope de mi humillación. Contigo excedí mis límites de desvelo, de bebidas, de alimentos, de sexo, de amantes, de llantos, de desilusiones, de tristezas, de enfados, de enojos, de corajes, de arrepentimientos, de histeria, de mi mismo... y siempre contigo llegaba un poco más después de mi tope, de mi límite, de mi máximo.
Contigo era más fácil pensar en segundas oportunidades y después de superada esa venía la tercera; contigo siempre había otra nueva oportunidad. Contigo todo era "borrón y cuenta nueva". Contigo todo era una nueva posibilidad.

Contigo yo era el ciego, el sordo, el bruto, el torpe, el olvidadizo, el despreocupado y el fácil. Contigo sino era el fácil entonces yo era el rufián, el malvado, el orgulloso, el rencoroso, el incapaz de entender, el peor, el enemigo; contigo yo era el mejor cuando decía "sí" y contigo yo era el peor cuando decía "no".
Contigo yo fui un amor, pero fui un amor muchas veces. Contigo yo fui un amor por la mañana, uno de tarde y uno de noche. Cuando fui "el amor de día" lo fui tan pronto los ojos abrías. Cuando fui "el amor de tarde", lo fui preocupado pensando en cómo hacerte sentir bien por la noche, y cuando fui "el amor de noche" lo fui cuando preparaba todo para componer tu día si es que algo te jodió la alegría.
Contigo olvidé mis cansancios y malos momentos, mis injusticias, mis frustraciones, mis rencores, mis delirios, mis conflictos... contigo fui una persona con un solo sentido: tú.
Tú por delante. Tú y después tú. Tú antes, durante y siempre después. Todo era contigo y todo eras tú. Tú sin el café de la mañana no eras tú sino un dragón. Tú sin el cigarro de la mañana no podías ir al baño. Tú sin ver al sol no podías estornudar por mucho que quisieras. Tú sin hablar de lo que sabías no podías ser tú. Tú tenías que ser tú. Tú conmigo eras mejor.
Contigo la cagué. La cagué tan pronto oculté mis temores, mis inquietudes, mis inseguridades, mis dudas, mis dolores, mis disgustos, mis desacuerdos y enojos. Contigo la cagué porque el día que mostré mis matices me convertí en un desconocido a tus ojos. Contigo la maravilla que yo era no te hizo dudar ni un instante que no se podía ser perfecto sin tener ningún secreto.
Contigo me di cuenta de lo imbécil que fui y de lo más imbécil que eras tú.
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