Corazones en San Miguel de Allende
- Valfré Saavedra
- 5 may 2021
- 2 Min. de lectura
Yo tenía bien golpeado el corazón. Tuve muchos accidentes. Se cayó mi corazón por unas escaleras de caracol, por unas de concreto y de pura piedra. Se me cayó desde un tercer piso, desde una pirámide, desde un auto en movimiento y a puro paso y pasito. Una veces por correr, otras caminando y otras simplemente estando de pie.
Y porque tenía golpeado el corazón me llevaste hasta San Miguel de Allende y ahí me compraste otro corazón; uno de madera pintada, otro de algún metal forjado, otro de cristal soplado y otro de cerámica.

Me compraste también un San Miguel Arcángel, el santo patrono de Allende y una Virgen de Dolores. Me compraste paletas de hielo y guas frescas y me dijiste que en septiembre las aguas de sabores son las lágrimas de la Virgen de Dolores. Me llevaste por la visita de las siete casas cargando mis corazones y mis santos en un morral que también me compraste.
Me dijiste que en semana santa, la procesión más solemne en San Miguel, es el "El Santo Entierro" que dura hasta tres horas y la gente se viste elegante para acompañar el cuerpo de Jesús yacente hasta el sepulcro. Yo que tenía el corazón roto me sentí muerto como Jesús, pero a diferencia de Jesús, yo iba de pie, caminando por mí cuenta; a mí nadie me cargaba.
Me dijiste que -"a mucho caminar se le debe mucho descansar"-. Yo te dije entonces que "con mucho caminar lo mucho que se hace es el hambre" y para estar bien de los humores es necesario saciar lo incontrolable; como el hambre. Por eso comimos "enchiladas mineras", que no son mas que tortillas fritas rellenas de pollo y bañadas con una salsa de chile guajillo. También comimos "fiambre San Miguel de Allende", una mezcla de carnes con vegetales bañados con salsa de vinagreta y también "pacholas" echas con carne de bistec molida servido con papas fritas.
Tú me paseaste por las calles empedradas, por las subidas y bajadas, entre la gente, entre las tiendas, entre las fachadas y entre los callejones. Y nos detuvimos en muchas puertas para fotografiarnos. Posamos ante puertas hermosas, de madera nueva, vieja y restaurada, pintadas y al natural, con remaches metálicos, talladas a mano y talladas por la lluvia y las termitas.
Y a todas partes anduve con los corazones que me regalaste, con todos los corazones que sabías que me hacían falta, con todos los corazones que me habías roto en muchas ocasiones, en repetidas ocasiones y de diferentes maneras.
Adornos, eso eran. Las palabras, los besos, los brazos, los corazones regalados; todos eran adornos para llenar el vacío que construiste en mi propio corazón.
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