Cuando fue primavera

Desde hace unos días ya es primavera. Los cantos de las aves que habían abandonado los cielos nuevamente se escuchan por doquier. Hay golondrinas por todos lados cantando, llamando a otras de ellas a las ramitas de los árboles para conocerse; y yo desde la ventana de mi cuarto puedo verlas e imagino cómo se cuentan cosas de amor al son del polen que suena entre los vientos.

También están los pericos que pasean en parvadas haciéndose saber por dónde van, como si extendieran la invitación al vuelo, al árbol o palmera en donde seguramente hacen sus fiestas pintorescas y cotorras.

Todas las aves andan de fiesta y muchos insectos también; como las abejas y las avispas, pero los que mejor bailan en las reuniones de jardín son las mariposas que lo hacen perfectamente delicado y en silencio, al ritmo de un vals imaginario para el que aún no hay letra pero si una composición natural.

Es primavera, lo sé porque despierto por el canto de las aves, por la luz que entra por mis ventanas; lo sé por el calor de las noches y los días y las tardes. Sé que es primavera por lo seco del aire, por lo brillante de las flores y lo inevitable... y lo sé por ti.

Me dijiste lo triste que es el invierno y lo maravilloso que es la primavera. Me dijiste que en invierno la gente se encierra en sus casas, con sus parejas y sus familias, con sus pensamientos y sus cosas, y que cada quien es frío como lo es el invierno. Que la gente se calienta con calefacción, con tés calientes, con cafés calientes con whisky, con vino de invierno, con velas y con achicoria al horno.

Y un día de invierno preparaste achicoria en salsa bechamel para calentarnos el estómago y animarnos en el frío de la casa, de nuestras paredes, de nuestros muebles y nuestras cosas; y un día en primavera, al son del calor, te pusiste a bailar como lo hacen las mariposas, pero no fue conmigo.

Y fue así que supe que la primavera había llegado a ti; y fue así que supe que me habías dejado en el invierno y completamente arruinado.