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Entre comillas"

  • Foto del escritor: Valfré Saavedra
    Valfré Saavedra
  • 25 may 2022
  • 3 Min. de lectura

Me habrás dado tu nombre con el primer saludo. Después "me diste ideas" cuando leía tus letras escritas en mensajes. Yo imaginé un par de cosas a partir de creencias que me hice -que buena suerte la tuya que yo fuese creativo- porque lo que tú "decías" que eras me hizo pensar que "tal vez" eras lo que yo había esperado. Sucede que no.

Para saber que no eras tú "lo esperado", tuve que pasar un día, dos días, un fin de semana, una semana, un mes, unos meses contigo; porque no sé decir que no.

¿Por qué decirle "no" a la oportunidad de querer a otro que me quiera querer? ¿Por qué decirte que no, a ti, a ti quien me saludó y ayudó a crear ideas en mi cabeza? ¿No merecía la fantasía que se creaba en mi tonta, terca y frustrada cabeza? ¿No merecía ser vista mi luz detrás de mi propia oscuridad? ¿"No merecía tu oportunidad"?


Entonces tuve que pasar contigo una noche y un día, varias noches y varios días. Como aquellos que pasamos en carretera persiguiendo la fantasía, el sueño; el ideal.

Horas de carreteras llenas de polvo y asfalto, camiones, perros y gatos muertos, hiervas, sembradíos, riachuelos y lagos. Pasamos por planicies, montañas, cerros y valles buscando la felicidad por los caminos propios para el carro pero no para los pies.

En todos los caminos me dispuse a conocerte, a preguntarte quién eras, qué hacías

y qué querías. Hablé por todos los lados que pude, por la carretera, por el café, por tus cigarros, por tu sonrisa y hasta por mis codos. Hablé despierto contigo y con tus manos al volante, hablé por mí y hablé para saber de ti; busqué conversaciones por rincones indeseados de tu vida y conté sobre los míos para que me vieras. Hablé con el "entendimiento abierto", con los oídos abiertos y con los ojos abiertos para no dormirme -qué cansada es la calle y el viaje de la vida sino hay alguien para contar de sus calles y su vida- y mantenerte consciente.





Te hablé de mí hasta por los codos para abrirte los ojos, te puse canciones para que conocieras mis alegrías y tristezas, te compartí mis escritos para que me leyeras,

te compartí mis miedos para que me creyeras y te di mi cuerpo para que entendieras.

Te di, te di, me di, me di y me di; siempre te di. Te di mis sueños, mis ideas, mi tiempos, mis lágrimas, mi entendimiento, mi paciencia, mi silencio y mi escucha, mi amor, mis piernas, mi huecos, mis espacios y mis vacíos, mis vicios y temores, mi cama y mis posiciones, mis besos, mi garganta y mi cariño. Te di todo y entonces me fui a un viaje sin regreso contigo.


Regresé sin ti y una mitad de mí se quedó en aquel lugar y mi otra mitad se quedó contigo. Te quedaste con mi imaginación, mi fantasía y mi cariño y mi amor por ti.

Te quedaste con mis horas habladas, con mis confesiones, con mis minutos de lágrimas, con mis fuerzas para soportar, con mis atenciones, mis caricias, mi sexo, mi piel y hasta mis llaves para entrar en casa. Me quedé con tu playera, con dos de tus playeras, con un jorongo de Oaxaca comprado en Malinalco exhibido en Cuidad de México que nadie quiso y que yo adoré... Y me quedé con ganas y con ganas me dejaste de que me vieras

durante más días, semanas, meses y años.






 
 
 

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