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Muerte en el mar

  • Foto del escritor: Valfré Saavedra
    Valfré Saavedra
  • 2 feb 2021
  • 3 Min. de lectura

¿Te acuerdas de aquel día en el mar que pasamos horas sentados, comiendo y bebiendo; de pie, dentro del mar, fuera de el sintiendo la arena mojada y escurridiza entre los dedos de los pies? ¿Te acuerdas del golpe del viento salado en la piel, en la cara y los ojos? ¿Te acuerdas del azul del cielo y después del anaranjado del mismo? ¿Te acuerdas que vimos de pronto una briza a lo lejos y de pronto ya estaba entre nosotros? ¿Te acuerdas que vimos por la tarde cientos o miles de peces que se salieron del mar a morir, o quizás quisieron dar un paso en la evolución y saber qué era andar o quizás huían de la muerte en el mar y la encontraron en la orilla de la playa? ¿Te acuerdas lo inútil que fue devolver unos cuantos al mar y verlos volver entre las olas buscando la muerte en la orilla? ¿Te cuerdas de los nativos que a sus cubetas llenaban con los peces hasta el tope? ¿Te acuerdas que toda la orilla se lleno de destellos plateados y pequeños saltos de los peces? ¿Y te cuerdas también que después llegaron las aves buscando en la orilla los frutos del mar que salieron a morir? ¿Recordaras del hombre que vimos peleando con un ave por un pez como sino hubiera sufrientes en la orilla?


Yo sólo recuerdo que vi a la muerte por toda la orilla hasta donde la vista me dio alcance. Todo era brillante fuera del mar, y la espuma era más blanca que nunca y el cielo un poco grisáceo, sin suficiente azul para para llamarlo "cielo". Y el mar... el amar, olía como nunca había olido antes, como nunca antes se había escapado ese olor que desde leguas adentro salía y azotaba la costa, y la sal, la brisa más salada que nunca antas había sentido y esa vez pude oler por primera vez la sal. ¿Tú te acuerdas?



Yo me acuerdo que los ojos un poco me ardían por la salinidad en el viento, por tanto destello del sol en los cuerpos de los peces y por tanta arena que volaba también. Me acuerdo que sacamos fotos del suceso y que los lugareños "hicieron su agosto" con tanto tesoro salido del mar, sin necesidad de navegar ni aventar redes; solito el mar les vino a ayudar. La muerte de uno es la oportunidad de otro si se sabe aprovechar.

Tampoco las aves tuvieron que volar ni zambullirse, ni pelar con los humanos por la comida, aunque algunos si lo hicieron había más de dónde agarrar.


¿Te acuerdas de ese día que estábamos asombrados viendo y cuestionando qué era lo que estaba pasando y porqué sucedía? ¿Te acuerdas que corriste a la orilla para echar a los peces de nuevo al mar? Un par de niños se habían unido a tu cruzada por ayudar a devolver los peces al mar y por mucho que me enternecieron tus buenas intenciones sólo pude pensar en lo vano que era intentar cambiar la idea del pez por salir y la fuerza del mar por ayudarlo a no regresar.


A veces me pregunto si te acuerdas de todas estas cosas... del mar, del cielo de día o de noche. A veces me pregunto si te acuerdas de cosas tan simples como el sabor del viento en la costa, lo salado que fue ese día. Me pregunto si te acordaras de los peces que murieron en la orilla de nuestra playa de visita. Quisiera saber si recuerdas a los niños que jugaban a devolver a los peces al mar. Quisiera saber si te acuerdas de las aves que volaron entre nosotros cargando en sus picos los peces de la orilla o de los hombres y mujeres que llenaron sus botes recolectando pez por pez del suelo. Me encantaría saber si recuerdas el aroma de tus manos como yo lo recuerdo después de darte por vencido ante el inútil esfuerzo tuyo frente al mar y la necedad de los animales por morir. Yo me acuerdo de tus manos apestosas y llenas de arena, de tus cabellos alborotados, de tus ojos enrojecidos por la sal, de la escarcha de la sal seca por tu cuerpo y tu sonrisa hermosa que siempre me diste en los buenos momentos.


Yo sigo viendo el mar azul y el cielo, sigo viendo la muerte por la costa y la vida también, y sigo viendo la alegría y la tristeza, lo plateado, lo brillante, lo anaranjado, lo dorado, lo lila, lo rosa, lo fuerte y lo débil, tu risa y tu voz diciendo mi nombre.





 
 
 

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