top of page

3. Te necesito

  • Foto del escritor: Valfré Saavedra
    Valfré Saavedra
  • 18 sept 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 20 oct 2020

Lunes y martes, miércoles, jueves y viernes estuve esperando saber de ti. Estuve pegado al teléfono esperando por ti, con el ojo abierto y tronándome los dedos. Estuve esperando que aparecieras, esperándote con miedo, con ganas, esperándote para saber si eres de verdad o si yo te había inventado, esperándote para saber si sentías lo mismo que yo sentí, si te comían las ganas como a mí, si te tronabas los dedos de nervios como yo, si soñabas despierto como yo, si te acordabas de mi cuerpo y de mis labios porque yo me acordaba de ti, de tu piel, de tus huesos, de tus besos, de tus manos y del placer que me habías dado.


¿Eras de verdad? ¿No te habré inventado? ¿Me ibas a buscar como lo habías dicho? ¿Cuándo te volvería a ver? Toda la semana pensé en ti, sólo me acordé de ti. En todos esos días suspiré, me acordaba de ti, de tus manos y tus pies, de tus piernas y tus nalgas, de lo estrecho de tu cintura y lo ancho de tu espalda, de tu barba rasposa, de tu tono de tu piel y tu tono de voz, de tus ojos y tus pestañas, de tus cabellos y mis manos aferradas a el. Todos esos días anduve insoportable, insoportable con todos y conmigo también. No soportaba la compañía sino era la tuya, no soportaba estar tantas horas sin ti porque horas había estado contigo, no soportaba mi recuerdo por ti, mi deseo por ti.


Pero sí te vi el sábado. Me pediste llegar al bar de un hotel en el que estabas tú, con tus amigos, tomando cócteles y hablando de trabajos, encuentros y despedidas, entre risas y velas. Me presentaste con uno y con otro, con éste y con aquel, pero yo sólo quería estar contigo porque llevaba las ganas levantadas debajo del pantalón.


Esa noche me trataste cordial, sin presumirme, sin decir nada de mí, de nosotros o de cómo me habías quitado la virginidad, pero estoy seguro que todos vieron lo enculado que yo estaba por ti, lo enamorado que estaba de ti, lo intenso que estaba por ti.


En mi mente tú me conocías perfectamente pues me habías hecho tuyo, a tu forma y a tu medida. Sabías cómo tocarme, cómo moverme, cómo tratarme. Conocías todo de mí, que era lo que me gustaba, lo que me dolía y lo que disfrutaba. Sabías más de mis rincones que yo mismo, sabías más de mis huecos y de mis surcos, de mis mares, mis lagos y mis ríos, de mis abismos y cavernas. Me tomaste del pelo, de los hombros, de las clavículas, de frente y de espalda, por las axilas, del abdomen, de mi cintura, de las nalgas, de mis muslos, de los dedos de los pies. Y tus ojos siempre mirándome intensamente y con atención, aprendiendo en donde poner la lengua, los dedos y tu sexo.





Y hasta el día de hoy cuando me acuerdo, vuelvo a ver tu cuerpo completo, desde la cabeza hasta los pies, tus pies de futbolista, con callosidades por los años de usar calzado apretado, tus pies que me excitaban por grandes y sensuales; por ti fue que conocí una de mis filias.


Esa vez, en el auto, pusiste tu canción favorita de aquel año "te necesito" de Luis Miguel y tomaste mi mano para ponerla sobre tu pierna y me dijiste:


- Aquí es donde debe de ir.


Mi mano estaba sobre tu pierna pero mi amor estaba puesto en el resto de tu cuerpo y tú me ibas cantando con tus ojos, con tu sonrisa, con tu tacto. Esa vez, esa noche en tu departamento, después de quitarte los zapatos cafés de agujetas, los pantalones caquis, la chamarra de mezclilla y la camisa a cuadros y cuando te quedaste en calzones volviste a poner la misma canción. Me quitaste la ropa lentamente y pusiste mis manos sobre tu pecho y en tu cintura, después en tus nalgas y en tu miembro... y me cantaste al oído:


Yo te necesito como el aire que respiro

Como huella en el camino

Como arena al coral

Te necesito como el cielo a las estrellas

Y el invierno al frío

Yo te necesito como pétalo a su rosa

Como besos a su boca y

Como el mar a su sal

Te necesito todo es vano y pasajero

Si no estás conmigo.


Otra vez estabas adentro de mí, en mi cabeza, en mi corazón y en todos los espacios vacíos en donde podías llenarme. Y entonces cuando me volviste a hacer tuyo, yo te canté al oído:


Ya ves vivo enamorado

De tu boca bella

De tus ojos tiernos de azucena

Ya ves tan ilusionado

Que hasta el sol se alegra

Y celebra fiesta

Si me das tu corazón


Cuando el domingo por la tarde me fui de tu casa y subí a un taxi, subí sin saber quién era yo, el que había besado a un hombre por primera vez, el hombre que había hecho el amor por primera vez, el que hizo el amor en todas las posiciones por primera vez o era el hombre hecho después de hacer el amor. Sólo sabía que yo ya no era el mismo, que no existía para mí un antes y que no sabía si existiría un después.



 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comments


© 2017 by Valfré Saavedra. Proudly created with Wix.com

bottom of page