Todo era rosa
- Valfré Saavedra
- 19 may 2020
- 4 Min. de lectura
Me acuerdo de haber caminado contigo debajo de un paraguas con la lluvia encima cayéndonos por días y por noches. Por calles y callejones, algunas sin salidas y otras enredadas. Caminamos cuando pudimos de la mano y aunque caminamos juntos, a menudo era separados. Recuerdo ir detrás de ti viendo el suelo mojado por donde caminábamos, viéndote los zapatos y a veces de reojo buscando en el cielo nublado al sol.
Y todo era gris y mojado, gris y nublado, gris y vaho.
El agua había entrado en mis botas y, adentro, golpeaban olas de lado a lado por los espacios angostos sobrados por donde rompían las diminutas olas de ese mar. A cada paso que di hubo un rechinido que avisó que ahí iba, siguiéndote el paso, firme, mojado y frío.
Un mar en mis zapatos y un océano en mi corazón con oleajes que golpeaban por las orillas de tu boca hasta la playa de tu periné esperando calmarse en ti mi marea. Así, con agua en en los pies, con la boca echa agua y con la trusa empapada de lluvia y con un poco de mis ganas por ti, te seguí por una y otra "rue" de no sé qué nombres en no sé qué distrito.
Tú, con esos jeans ajustados, tu abrigo azul marino desgastado con botones grandes de cuerno de búfalo, con pashmina de figuras rosas y azules, con tu bolso bandolero negro y tu paraguas que había permeado tras horas de estar bajo la lluvia; decidiste descansar como se debe.
Nadie como tú para leer una carta y pedir un vino, nadie como tú para comer quesos de fuertes sabores y fuertes olores. Nadie como tú para untar la mantequilla, para deslizar el queso sobre el pan, para poner aceite a una tapa o limón a una herida. Nadie como tú bebe el vino con gracia y a la ligera. A ti no te importa beber en copa o vaso o beber tinto o blanco antes o después y en el mismo recipiente. Nadie como tú para buscarle tres pies al gato después de haberle una cortado. Nadie como tú para mostrar el enfado una vez descubierto en la mentira. Nadie como tú para hablar del amor cuando éste se te ha caído. Nadie como tú para comer, masticar y escupir. Nadie como tú para herir.
Vaciamos un par de botellas de vino sentados sosteniendo una conversación sin sentido y una relación igual. Nos habremos echo comentarios del amor y a la idea del amor y cómo sería la mejor forma de iniciar para estar juntos y cómo terminar para estar juntos.

Pocas horas tuvimos sin lluvia, pocos días con sol, pocos días con ropa seca y muchas horas tuvimos para hablar de cosas importantes como nuestra vida juntos, pero a veces hablar del amor que duele es más difícil de lo que parece cuando se está en pareja. Te iba a decir que me faltaba verte sin ropa, que me faltaban tus manos sobre mí, que me faltaban tus labios encima de mí, que me faltaba tu abrazo, tus buenos días y tus buenas noches, y yo pensé que te darías cuenta de que no lo hacías. Te iba a decir por segunda vez que te extrañaba y que ni todo el tinto me haría olvidar tu espacio, el espacio que habías puesto de por medio, la distancia que habías dejado crecer de tu lado de la cama hasta el mío. Te iba a decir por segunda vez que sin importar la cantidad de cigarrillos de marihuana que fumáramos ninguno me haría reír sobre lo gracioso que era estar a tu lado y sentirme sin ti.
Te iba a decir esas tonterías cuando pude olvidarme de ti gracias a la llegada de mi copa de vino con una la tabla de quesos y un simpático cantante callejero que cantaba "la vie en rose" en medio de la callejuela Saint Rustique Angle. Yo me sonreía de lo absurdo que me sentía por estar contigo y tú en otro lado con la mente imaginándote con otro; suposiciones que uno se hace cuando no hay intimidad. Y aquel caballero cantante a quien miré a los ojos y me notó, cantó para mí aunque yo no se lo pedí... Se acercó hasta nuestra mesa, extendió la mano y yo la mía. De pie siguió contando para mí mientras yo sólo le sonreía.
Il est entré dans mon coeur Une part de bonheur Dont je connais la cause
C'est lui pour moi Moi pour lui Dans la vie Il me l'a dit, l'a juré Pour la vie
Un jalón al brazo y ya estaba de vuelta en el amor. Corrimos juntos calle abajo y yo abandoné el vino, el queso y tus besos; y nunca más volví contigo, ni a verte, mucho menos extrañarte. Me hicieron el amor como es, como se debe, de esa manera en la que el alma se endeuda con quien se lo hace, de esa manera en la que el cuerpo extraña tener vacíos los espacios que fueron ocupados cientos de veces en un minuto. Nunca más volví a ver el cielo gris. Todo era rosa.
Por un instante fui feliz otra vez, un instante y volví a la silla a sostener en la mano el vino y nuestra relación. En un breve instante viví la vida en rosa y no tuviste nada que ver y tampoco pudiste ver lo enamorado que yo andaba por las calles empedradas y lo desesperado que andaba por las calles empedradas de Montmartre.
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